viernes, 21 de enero de 2011

Mi propio "alfarero"

Con dieciséis años uno no sabe que espera de la vida. Uno tiene metas y sueños, pero en la juventud, un mal camino o una mala decisión pueden alejarte de ellos y llevarte por el camino equivocado. Una racha de disgustos y desilusiones me hizo tomar un rumbo directo hacia aquel camino. Estaba ciega, impotente, y me sentía muy sola. Nada de lo que hicieran o dijesen conseguía sacarme de aquel camino solitario, oscuro y decadente. Me encerré en mi misma, y no comprendía que la única forma para salir de ese infierno y volver a tomar el control de mi vida era volver a confiar en mí misma.

Un día después de clase, me quedé hablando con mi profesor de francés. Los dos éramos de ideas totalmente opuestas pero, por alguna extraña razón, me caía condenadamente bien.

Ese hombre me enseñó a quererme y  hacerme valer como persona. Me explicó que la vida había que vivirla desenfrenadamente y vivir el momento con toda la  intensidad que fuera capaz de darle. Me insistió en que nunca me dejara condicionar ni desanimar por nada ni nadie, ni siquiera por mis propios errores.

Me dejó grabada en la mente una frase para toda mi vida: “darse de ostias y acabar tirado en el suelo no es el principio del fin. El principio del fin comienza si no eres capaz de levantarte del suelo y volver a retomar tu camino. Solo los que se arriesgan y luchan podrán llegar al final de ese camino con una verdadera satisfacción.”

Me ayudó a volver a ser yo misma, y siempre le estaré muy agradecida, pues me hizo crecer muchísimo como persona. Javier (mi propio alfarero) me moldeó y ayudó en una de las etapas más complicadas en el desarrollo psicológico y mental del ser humano. Gracias a él me he convertido en una persona sana y madura, y le estoy muy agradecida por todos sus consejos.


Siempre le recordaré…. =)

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